Me levanté tempranito para alistar todo. La comida no se le puede confiar a cualquiera, y menos en una fecha tan especial; así que de eso me encargué yo. Tu abuela se encargó de los arreglos, que son su especialidad. Le colocó nuestras flores favoritas: hortensias, gerberas y lisiantos. Tus tíos se encargaron del vino: un montón de garrafas grandes de aguardiente. Y Lucio se levantó a primera hora para ir a buscar los pollos frescos. Al regresar a casa, te fui a despertar porque seguías tirando la baba. Esta vez no te quejaste porque sabías que hoy era tu día. Tu prima vendría a buscarte para peinarte, y bien amodorrada te fuiste a bañar con una sonrisa en la cara. Todo, todo en la casa sonreía; desde el naranjo hasta los bienteveos. Te veías tan linda. Mi parte favorita fue verte bailar con todos, desde los más chiquitos hasta los más grandes. Se puso rebuena la fiesta. De tan feliz que estaba me eché de fondo un traguito de aguardiente, y se vinieron las lágrimas. Te vi que le echabas ojo al chambelán. El regaño y el sermón sobre el amor vendrá después. Por ahora duerme sin preocupaciones. Todo esto hubiera sucedido, si estuvieras con nosotros. Tu papá dice que la virgen tomó la decisión desde el principio. Yo pienso que la virgen nunca hubiera decidido algo así, y menos contra alguien que le reza tanto como Lucio. Me han recomendado escribir todo lo que siento porque no paro de llorar y tampoco salgo de la casa. Creen que estoy enferma, pero, lo que no saben es que esta enfermedad es pura tristeza; de esa que no se quita. Escribir e imaginar lo que hubiera sido de nosotros tres solo me hace sentir más afligida, y no sirve de nada. Pero yo sabía que cuando te fuiste comenzó la cuenta regresiva para volver a vernos. Pero mira que se me está haciendo bastantito larga. Si tan solo tu papá tratara de entenderme, todo esto sería más fácil. Pero parece que a él ya no le importa. Hoy es tu cumpleaños quince y él ni se acordó. Llegó oliendo a pulque y se fue directito a la cama. Yo sí lo recordé y te puse una velita para que veas cómo te extraño. Aquel día cuando nos dijeron que simplemente la semilla no podía germinar, vive aún en mi memoria. No había una explicación convincente, pero tenía que continuar mi vida; aceptar que nunca te abrazaría.







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